Centro de Psicología y Terapias Alternativas de Tomares y Sevilla.

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domingo, 8 de septiembre de 2013

UNA CHARLA CON GURDJIEFF -Nicoll. "CONÓCETE A TI MISMO".




En la reunión siguiente, G. comentó estas palabras: "Conócete a ti mismo".

—Esta fórmula, generalmente atribuida a Sócrates, en realidad se encuentra en la base de muchas doctrinas y escuelas mucho más antiguas que la escuela socrática. Pero aunque el
pensamiento moderno no desconoce la existencia de este principio, no tiene sino una idea
muy vaga de su significado y de su alcance. El hombre ordinario de nuestra época, aun si se
interesa en la filosofía o en las ciencias, no comprende que el principio «Conócete a ti
mismo» se refiere a la necesidad de conocer su propia máquina, la «máquina humana».
La estructura de la máquina es más o menos la misma en todos los hombres; por lo tanto es esta
estructura la que el hombre debe estudiar primeramente, es decir las funciones y las leyes de
su organismo. En la máquina humana todo está ligado, una cosa depende de otra hasta tal
punto que es completamente imposible estudiar cualquier función sin estudiar todas las otras.
El conocimiento de una parte requiere el conocimiento del todo. Es posible conocer el todo del hombre, pero esto exige mucho tiempo y mucho trabajo, exige sobre todo la aplicación del método correcto, e igualmente la dirección justa de un maestro.

"El principio «Conócete a ti mismo» tiene un contenido muy rico." En primer lugar exige, del hombre que quiere conocerse, que comprenda lo que esto quiere decir, en qué conjunto de
relaciones se inscribe este conocimiento, y de qué depende necesariamente.

"El conocimiento de sí es una meta muy alta, pero muy vaga y muy lejana. El hombre en su estado actual está muy lejos del conocimiento de sí. Por eso, estrictamente hablando, la meta
del hombre no puede ser el conocimiento de sí. Su gran meta debe ser el estudio de sí. Para él será más que suficiente el comprender que tiene que estudiarse a sí mismo. La meta del hombre debe ser el comenzar a estudiarse a sí mismo, a conocerse a si mismo, de una manera
conveniente.

"El estudio de sí es el trabajo o la vía que conduce al conocimiento de sí.
"Pero para estudiarse a sí mismo es necesario ante todo aprender cómo estudiar, por dónde
comenzar, qué medios emplear. Un hombre tiene que aprender cómo estudiarse a sí mismo y
tiene que estudiar los métodos del estudio de si.

"El método fundamental para el estudio de sí es la observación de sí. Sin una observación de
sí correctamente conducida, un hombre no comprenderá jamás las conexiones y las correspondencias de las diversas funciones de su máquina, no comprenderá jamás cómo ni por qué en él «todo sucede».
"Pero el aprendizaje de los métodos correctos de observación de sí y de estudio de si, requiere
una comprensión precisa de las funciones y de las características de la máquina humana. De
este modo, para observar las funciones de la máquina humana es necesario comprender las en sus divisiones correctas y poder definir las exactamente y de inmediato; además, la definición
no debe ser verbal, sino interior: por el sabor, por la sensación, de la misma manera en que
nos definimos a nosotros mismos todo lo que experimentamos interiormente.
"Hay dos métodos de observación de sí: el primero es el análisis, o las tentativas de análisis,
es decir las tentativas de encontrar una respuesta a estas preguntas: ¿de qué depende tal cosa,
y por qué sucede? — y el segundo es el método de las constataciones, que consiste solamente en registrar, en grabar en la mente, en el momento mismo, todo lo que uno observa.
"Sobre todo al comienzo, la observación de sí no debe llegar a ser análisis, o tentativa de
análisis, bajo ningún pretexto. El análisis no es posible sino mucho más tarde, cuando ya se
conocen todas las funciones de la propia máquina y todas las leyes que la gobiernan.
"Al tratar de analizar tal o cual fenómeno que lo ha impresionado fuertemente, un hombre
generalmente se pregunta:
«¿Qué es esto? ¿Por qué sucede esto así y no de otra manera?» Y comienza a buscar una respuesta a estas preguntas, olvidándose de todo lo que las observaciones ulteriores podrían aportarle.

Más y más absorbido por las preguntas, pierde totalmente el hilo de la observación de sí, y
hasta llega a olvidar la idea misma. La observación se detiene. De este hecho resulta claro que
tan sólo una cosa puede progresar: o la observación, o bien las tentativas de análisis.
"Pero aún fuera de esto, toda tentativa de análisis de fenómenos aislados, sin el conocimiento
de las leyes generales, es una pérdida total de tiempo. Antes de poder analizar los fenómenos,
aun los más elementales, un hombre debe acumular suficiente material bajo la forma de «constataciones», es decir como resultado de una observación directa e inmediata de lo que
pasa en él. Este es el elemento más importante en el trabajo del estudio de sí. Cuando se ha acumulado un número suficiente de «constataciones» y cuando al mismo tiempo se ha estudiado y comprendido hasta un cierto punto las leyes, sólo entonces se hace posible el análisis.

"Desde el comienzo mismo, la observación y la constatación se deben basar sobre el
conocimiento de los principios fundamentales de la actividad de la máquina humana.

La observación de sí no se puede conducir correctamente si no se comprenden estos principios, y si no se les tiene siempre en cuenta en la mente. Es por esta razón que la observación de sí ordinaria, tal como la practica la gente toda su vida, es totalmente inútil y no puede llegar a
nada.
"La observación debe comenzar con la división de las funciones. Toda la actividad de la
máquina humana está dividida en cuatro grupos de funciones netamente definidas. Cada uno
está gobernado por su propio «cerebro» o «centro». Un hombre debe diferenciar, al
observarse a sí mismo, las cuatro funciones fundamentales de su máquina: las funciones
intelectual, emocional, motriz e instintiva. Cada fenómeno que un hombre observan en sí
mismo se relaciona con una u otra de estas funciones. Por eso, antes de comenzar a observar,
un hombre debe comprender en qué difieren las funciones, qué significa la actividad
intelectual, qué significa la actividad emocional, la actividad motriz y la actividad instintiva.
"La observación debe comenzar por el principio. Todas las experiencias anteriores, todos los resultados anteriores de toda observación de sí, deben ser dejados de lado. Allí puede haber elementos de gran valor. Pero todo este material está basado en las divisiones erróneas de las funciones observadas, y éste mismo está dividido de manera incorrecta. Por esta razón no se lo puede utilizar; en todo caso, no se lo puede utilizar al comienzo del estudio de si. En el momento oportuno, lo que hay de valor será tomado y utilizado. Pero es necesario comenzar por el principio, es decir, observarse a sí mismo como si no se conociese en lo más mínimo,
como si aún nunca se hubiera observado.

"Cuando uno comienza a observarse, debe tratar de determinar al instante a qué grupo, a qué
centro, pertenecen los fenómenos que se están observando en el momento.
"Algunos encuentran difícil comprender la diferencia entre pensamiento y sentimiento, otros tienen dificultad en comprender la diferencia entre sentimiento y sensación, entre un pensamiento y un impulso motor.
"Hablando en términos muy amplios se puede decir que la función del pensamiento siempre trabaja por medio de la comparación. Las conclusiones intelectuales son siempre el resultado
de la comparación de dos o más impresiones.

"La sensación y la emoción no razonan, no comparan, simplemente definen una impresión
dada por su aspecto, por su carácter agradable o desagradable en uno u otro sentido, por su color, sabor u olor. Lo que es más, las sensaciones pueden ser indiferentes — ni calientes ni frías, ni agradables ni desagradables: «papel blanco», «lápiz rojo». En la sensación de lo blanco y de lo rojo no hay nada agradable o desagradable. En todo caso, no es necesario que haya nada agradable o desagradable ligado a la sensación de uno u otro de estos dos colores.

Estas sensaciones, que proceden de los así llamados «cinco sentidos», y las demás,como la
sensación de calor, la del frío, etc., son instintivas. Las funciones del sentimiento, o
emociones, siempre son agradables o desagradables; no hay emociones indiferentes.
"La dificultad para distinguir entre las funciones se acrecienta por el hecho de que la gente las siente de manera muy diferente. Es esto lo que generalmente no comprendemos. Creemos que las personas son mucho más parecidas entre si de lo que son en realidad. Sin embargo, de hecho hay grandes diferencias entre uno y otro en lo que concierne a las formas o a las modalidades de sus percepciones. Algunas personas perciben principalmente a través de su
pensar, otras a través de sus emociones, y otras a través de sus sensaciones. La comprensión mutua es muy difícil, si no imposible, para hombres de diversas categorías y de diversos
modo., de percepción, porque todos dan nombres diferentes a una sola y misma cosa, y el mismo nombre a las cosas más diferentes. Además, son posibles toda clase de combinaciones.

Un hombre percibe a través de sus pensamientos y de sus sensaciones, otro a través de sus pensamientos y de sus sentimientos, y así sucesivamente. Cualquiera que sea, cada modo de percepción se pone inmediatamente en relación con una especie particular de reacción a los acontecimientos exteriores. Estas diferencias en la percepción y la reacción a los acontecimientos exteriores producen dos resultados: las personas no se comprenden entre sí y no se comprenden ellas mismas. Muy a menudo un hombre llama sentimientos a sus pensamientos o a sus percepciones intelectuales, y llama pensamientos a sus sentimientos, y
a sus sensaciones. Este último caso es el más frecuente. Por ejemplo, dos
personas perciben la misma cosa diferentemente, digamos que una la percibe a través de sus
sentimientos y la otra a través de sus sensaciones: podrán discutir toda su vida sin comprender
jamás en qué consiste la diferencia entre sus actitudes en presencia de un objeto dado. En
efecto, la primera lo ve bajo uno de sus aspectos y la segunda bajo otro.

"Para encontrar el método que discrimina, debemos comprender que cada función psíquica
normal es un medio o un instrumento de conocimiento. Con la ayuda del pensar vemos un
aspecto de las cosas y de los sucesos, con la ayuda de las emociones vemos otro aspecto y con
la ayuda de las sensaciones un tercer aspecto. El conocimiento más completo que podríamos
alcanzar de un tema dado sólo se puede obtener si lo examinamos simultáneamente a través
de nuestros pensamientos, sentimientos y sensaciones. Todo hombre que se esfuerza por
alcanzar un conocimiento verdadero debe dirigirse hacia la posibilidad de tal percepción. En
condiciones ordinarias el hombre ve el mundo a través de un cristal deformado, desigual. Y
aun si se da cuenta, no puede cambiar nada. Su forma de percepción, sea cual fuere, depende
del trabajo de su organismo entero. Todas las funciones son interdependientes y se equilibran entre sí, todas las funciones tienden a mantenerse entre sí en el estado en que están. Por eso,
un hombre que comienza a estudiarse a si mismo, al descubrir en sí algo que no le gusta, debe
comprender que no será capaz de cambiarlo. Estudiar es una cosa, cambiar es otra. Sin
embargo, el estudio es el primer paso hacia la posibilidad de cambiar en el futuro. Y desde el
comienzo del estudio de sí, uno debe llegar a convencerse bien de que durante mucho tiempo
todo el trabajo consistirá solamente en estudiarse.

"Ningún cambio es posible en las condiciones ordinarias porque cada vez que un hombre
quiere cambiar una cosa no quiere cambiar sino esta cosa. Pero todo en la máquina está ligado
y cada función está inevitablemente compensada por otra o por toda una serie de otras
funciones, aunque no nos demos cuenta de esta interdependencia entre las diversas funciones
en nosotros mismos. La máquina está equilibrada en todos sus detalles en cada momento de
su actividad. Si un hombre constata en sí mismo algo que le disgusta, y empieza a hacer
esfuerzos para cambiarlo, puede llegar a cierto resultado. Pero al mismo tiempo, con este
resultado obtendrá inevitablemente otro resultado, que no podía haber sospechado. Al
esforzarse para destruir y aniquilar todo lo que le desagrada en él, al hacer esfuerzos hacia
este fin, compromete el equilibrio de su máquina. La máquina se esfuerza por restablecer el
equilibrio y lo restablece creando una nueva función que el hombre no podía haber previsto.

Por ejemplo, un hombre puede observar que es muy distraído, que se olvida de todo, pierde
todo, etc. Comienza a luchar contra este hábito, y si es suficientemente metódico y resuelto,
logra, después de cierto tiempo, obtener el resultado deseado: deja de olvidar o de perder
cosas. Esto lo advierte; pero hay otra cosa que no advierte, y que los demás sí advierten, o sea,
que se ha vuelto irritable, pedante, criticón, desagradable. Ha vencido su distracción, pero en
su lugar ha aparecido la irritabilidad. ¿Por qué? Es imposible decirlo. Sólo el análisis
detallado de las cualidades particulares de los centros de un hombre pueden mostrar por qué la
pérdida de una cualidad ha ocasionado la aparición de otra. Esto no quiere decir que la
pérdida de la distracción deba causar necesariamente la irritabilidad. Cualquier otra
característica que no tenga relación alguna con la distracción podría aparecer igualmente, por
ejemplo, mezquindad, o envidia, u otra cosa.
"De modo que cuando un hombre trabaja en forma conveniente sobre sí mismo, debe tomar
en cuenta los posibles cambios compensatorios que pueden ocurrir y tenerlos en cuenta de antemano. Sólo en esta forma podrá evitar cambios indeseables, o la aparición de cualidades
enteramente opuestas a la meta y a la dirección de su trabajo.
"Pero en el sistema general de la actividad, y de las funciones de la máquina humana, hay
ciertos puntos en los cuales puede tener lugar un cambio sin ocasionar ningún resultado
parasitario.

"Es necesario saber cuáles son estos puntos, y cómo acercarse a ellos, porque si uno no
comienza con ellos no obtendrá ningún resultado u obtendrá resultados equivocados e
indeseables.
"Un hombre, cuando ha fijado en su pensamiento la diferencia entre las funciones
intelectuales, emocionales y motrices, debe, conforme se observa a sí mismo, referir
inmediatamente sus impresiones a la categoría correspondiente. Primero debe tomar nota
mental tan sólo de aquellas observaciones con respecto a las cuales no le cabe la menor duda,
es decir en las que reconoce de inmediato la categoría. Debe rechazar todos los casos vagos o
dudosos, y recordar únicamente aquellos que son indiscutibles. Si este trabajo se efectúa
correctamente, el número de constataciones indudables aumentara rápidamente. Y aquello que
al principio le parecía dudoso muy pronto se verá con claridad como perteneciente al primero,
al segundo, o al tercer centro. Cada centro tiene su propia memoria, sus propias asociaciones,
y su propio pensar. De hecho cada centro consiste de tres partes: la intelectual, la emocional y
la motriz. Pero no sabemos casi nada acerca de este lado de nuestra naturaleza. En cada centro
sólo conocemos una parte. Sin embargo, la observación de sí mismo nos demostrará muy
pronto que la vida de nuestros centros es mucho más rica, o en todo caso, que contiene
muchas más posibilidades de las que pensamos.
"A la vez, al observar los centros, podremos constatar, al lado de su trabajo correcto, su
trabajo incorrecto, es decir, el trabajo de un centro en lugar de otro: las tentativas de sentir del
centro intelectual, o sus pretensiones al sentimiento, las tentativas del centro emocional para
pensar, las tentativas del centro motor para pensar y sentir. Como ya se ha dicho, el trabajo de
un centro por otro es útil en ciertos casos, para salvaguardar la continuidad de la vida. Pero al
hacerse habitual este tipo de relevo llega a ser al mismo tiempo dañino, porque comienza a
interferir con el trabajo correcto, permitiendo poco a poco a cada centro descuidar sus propios
deberes inmediatos y hacer, no lo que debería estar haciendo, sino lo que le gusta más en el
momento.

En un hombre sano y normal, cada centro ejecuta su propio trabajo, es decir, el
trabajo para el cual fue especialmente destinado y que está mejor calificado para cumplir. Hay
situaciones en la vida de las cuales no podemos hacernos cargo sino sólo con la ayuda del
pensamiento. Si en tal momento el centro emocional comienza a funcionar en lugar del centro
intelectual. enredará todo, y las consecuencias de esta intervención serán por demás
desagradables. En un hombre desequilibrado, la continua substitución de un centro por otro es
precisamente lo que se llama «desequilibrio» o «neurosis». Cada centro procura de alguna
manera endosarle su trabajo a otro, y al mismo tiempo trata de hacer el trabajo de otro centro
para el cual no está capacitado. Cuando el centro emocional trabaja en lugar del centro
intelectual, introduce nerviosidad, febrilidad y precipitación innecesarias en situaciones en las
que, por el contrario, son esenciales un juicio calmo y una deliberación tranquila. Por su lado,
cuando el centro intelectual trabaja en lugar del centro emocional, se pone a deliberar en
situaciones que requieren decisiones rápidas y hace imposible el discernir las particularidades
y los matices tinos de la situación.

El pensamiento es demasiado lento. Elabora cierto plan de acción y continúa siguiéndolo aun cuando las circunstancias hayan cambiado y se haya hecho necesario otro tipo de acción. Además, en algunos casos la intervención del centro intelectual hace surgir reacciones enteramente equivocadas, porque el centro intelectual es simplemente incapaz de comprender los matices y sutilezas de muchos acontecimientos. Al centro del pensamiento le parecen iguales acontecimientos que son totalmente diferentes para el centro
motor y para el centro emocional. Sus decisiones son demasiado generales y no corresponden
a las que habría tomado el centro emocional. Esto resulta perfectamente claro si nos
representamos la intervención del pensamiento, esto es, de la mente teórica, en el dominio del
sentimiento, o de la sensación, o del movimiento. En cada uno de estos tres casos la
intervención del pensamiento conduce a resultados totalmente indeseables.

El pensamiento no puede comprender los matices del sentimiento. Veremos esto claramente si imaginamos a un hombre razonando sobre las emociones de otro. Como él mismo no experimenta nada, lo que
experimenta el otro no existe para él. Un hombre saciado no comprende a un hambriento.
Pero para éste, su hambre es muy real; y las decisiones del primero, o sea del pensamiento, no
pueden en ningún caso satisfacerlo. "En la misma forma, el pensamiento no puede apreciar las sensaciones. Para él son cosas muertas. Tampoco es capaz de controlar el movimiento. Es de lo más fácil encontrar ejemplos de esta clase. Cualquiera que sea el trabajo que un hombre está haciendo, bastará que trate de
hacer deliberadamente cada uno de sus gestos con su mente, siguiendo cada movimiento, y
verá que cambiará inmediatamente la calidad de su trabajo. Si está escribiendo a máquina, sus
dedos gobernados por su centro motor encuentran por sí mismos las letras necesarias; pero si
antes de cada letra trata de preguntarse a sí mismo: «¿Dónde está la C?» «¿Dónde está la
coma?» «¿Cómo se deletrea esta palabra?» — en seguida comienza a cometer errores o a
escribir muy despacio. Si un hombre conduce un automóvil con su centro intelectual, por
cierto no tendrá interés en pasar de la primera velocidad. El pensamiento no puede seguir el
ritmo de todos los movimientos necesarios a una marcha rápida. Es absolutamente imposible para un hombre ordinario conducir rápido con su centro intelectual especialmente en las calles
de una gran ciudad.

"Cuando el centro motor hace el trabajo del centro intelectual, da como resultado la lectura
mecánica o la audición mecánica, aquella de un lector o de un oyente que no percibe sino
palabras y se queda totalmente inconsciente de lo que lee o escucha. Esto sucede
generalmente cuando la atención, es decir la dirección de la actividad del centro intelectual,
está ocupada en alguna otra cosa, y cuando el centro motor trata de suplantar al ausente centro
intelectual. Esto se convierte muy fácilmente en un hábito porque generalmente el centro
intelectual está distraído, no por un trabajo útil, pensamiento o meditación, sino simplemente
por el ensueño o la imaginación.

"La imaginación es una de las principales causas del trabajo equivocado de los centros. Cada
centro tiene su propia forma de imaginación y de ensueño, pero por lo general el centro motor
y el centro emocional se sirven ambos del centro intelectual, siempre listo éste a cederles su
lugar y a ponerse a su disposición para este fin, porque el ensueño corresponde a sus propias
inclinaciones.
"El ensueño es absolutamente lo contrario de una actividad «útil». «Útil» en este caso
significa: dirigida hacia una meta definida y emprendida para un resultado definido. El
ensueño no tiende a ningún fin, no se esfuerza hacia ninguna meta. La motivación del ensueño
se encuentra siempre en el centro emocional o en el centro motor. En cuanto al proceso
efectivo, éste es tomado a su cargo por el centro intelectual. La tendencia a soñar se debe en
parte a la pereza del centro intelectual, es decir a sus tentativas por evitarse todo esfuerzo
ligado a un trabajo orientado hacia una meta definida y que tenga una dirección definida, y
por otra parte a la tendencia de los centros emocional y motor a repetirse, a guardar vivas o a
reproducir experiencias agradables o desagradables, ya vividas o imaginadas. Los ensueños
penosos, mórbidos, son característicos de un desequilibrio de la máquina humana. Después de
todo, se puede comprender el ensueño cuando presenta un carácter agradable, y se le puede
encontrar una justificación lógica. Pero el ensueño de carácter penoso es un completo
absurdo. Sin embargo, muchas personas pasan nueve décimos de su existencia imaginando
toda clase de acontecimientos desagradables, todas las desgracias que pueden recaer sobre
ellos y sobre su familia, todas las enfermedades que pueden contraer, y todos los sufrimientos
que tal vez tendrán que soportar.
"La «imaginación» y el «ensueño» son ejemplos del funcionamiento equivocado del centro
intelectual.
"La observación de la actividad de la imaginación y del ensueño, constituye una parte muy
importante del estudio de sí.

"Después la observación tendrá que enfocarse sobre los hábitos en general. Todo hombre
adulto es un tejido de hábitos, si bien, en la mayoría de los casos, no se da la menor cuenta de
ello y pudiera aun afirmar que no tiene hábito alguno. Esto nunca puede ser así. Los tres
centros están repletos de hábitos y un hombre jamás puede conocerse hasta haber estudiado
todos sus hábitos. La observación y estudio de éstos es particularmente difícil porque para
verlos y «constatarlos», es necesario escapar de ellos, liberarse de ellos aunque sea tan sólo
por un momento. Mientras un hombre está gobernado por un hábito determinado, no puede
observarlo; pero desde su primer intento de combatirlo, por débil que éste sea, lo siente y
repara en él. Por eso, para observar y estudiar los hábitos es necesario tratar de luchar contra
ellos. Esto nos abre una vía práctica para la observación de sí. He dicho anteriormente que un
hombre no puede cambiar nada en sí mismo, que sólo puede observar y «constatar». Es
verdad. Pero es igualmente cierto que un hombre no puede observar ni «constatar» nada si no
trata de luchar consigo mismo, es decir, contra sus hábitos. Esta lucha no puede dar resultados
inmediatos; no puede conducir a ningún cambio permanente o duradero. Pero permite saber a
qué atenerse. Sin lucha un hombre no puede ver de qué está hecho. La lucha contra los pequeños hábitos es muy difícil y fastidiosa, pero sin ella es imposible la observación de sí.
 
 

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