Centro de Psicología y Terapias Alternativas de Tomares y Sevilla.

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lunes, 23 de febrero de 2015

ABANDONA TODA ESPERANZA DE RESULTADOS


Osho:

Un hombre estaba muy interesado en conocerse a sí mismo, en iluminarse. Toda su vida había
buscado un maestro que le enseñara la meditación. Había ido de maestro en maestro, pero no
sucedía nada.
Pasaron los años, y estaba ya cansado, exhausto. Entonces alguien le dijo:
-Si de verdad quieres encontrar a un maestro tendrás que ir al Himalaya. Allí vive uno, pero
tendrás que buscarle. Una cosa es cierta, el maestro se encuentra allí. Nadie sabe
exactamente dónde, pero cuando alguien llega a dar con su paradero, él se adentra todavía
más en las cordilleras Himalayas.
El hombre se estaba haciendo viejo, pero hizo acopio de valor. Durante dos años trabajó para
ganar el dinero del viaje y se puso en camino; se trata de una vieja historia. Así que tuvo que
viajar en camellos, en caballos y después seguir a pie hasta alcanzar el Himalaya. La gente le
decía:
-Sí, conocemos al anciano, es muy viejo; uno no puede saber qué edad tiene, quizá trescientos
años, o incluso quinientos años, nadie lo sabe. Vive por aquí, pero el sitio exacto no lo
sabemos. Nadie sabe exactamente por dónde para, pero anda por aquí. Si buscas con empeño
lo encontrarás.
El hombre buscó y buscó y buscó. Durante dos años estuvo vagando por el Himalaya. Estaba
cansado, exhausto, absolutamente exhausto; viviendo sólo de frutos salvajes, hojas y hierbas.
Había perdido mucho peso. Pero estaba determinado a encontrar a ese hombre. Merecía la
pena, aunque le costara la vida.
Y ¿puedes imaginártelo? Un día vio una pequeña cabaña, una cabaña de paja. No tenía puerta.
Miró dentro, pero allí no había nadie. Y no sólo no había nadie, sino que todo indicaba que
durante años no había habido nadie.
El hombre cayó al suelo. De puro cansancio dijo:
-¡Me rindo!
Se encontraba allí, tumbado bajo el sol, con la fresca brisa del Himalaya.
Y por primera vez, empezó a sentirse tan feliz... ¡Nunca había sentido tal dicha! De repente se
sintió lleno de luz. De repente todos los pensamientos desaparecieron, de repente se
transportó, y sin razón alguna, porque no había hecho nada.
Y entonces se dio cuenta de que alguien se inclinaba hacia él. Abrió los ojos. Allí estaba. Un
hombre muy anciano. Éste, sonriendo, dijo:
-Así que has venido. ¿Tienes algo que preguntarme? Y el hombre contestó:
-No.
Y el anciano se rió, dio grandes carcajadas que resonaron en el eco de los valles.
-¿Sabes ahora que es la meditación?
Y el hombre dijo:
-Sí.
¿Qué había sucedido?
¿Aquella exclamación que salió del núcleo más interno de su ser: "!Me rindo!" En ese rendirse,
todos los esfuerzos mentales orientados a una meta desaparecieron, todas las tentativas
desaparecieron. Y la dicha se vertió sobre él. Se quedó en silencio, ya no era nadie, y tocó el
último estrato del no-ser. Entonces supo lo que era la meditación.
La meditación es un estado mental sin metas.
Abandona toda esperanza de resultados.
Y entonces no hay necesidad de ir a ninguna parte. Exclamaré desde muy dentro: "Me rindo."
Y el silencio descenderá, la bendición me rociará.

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